Destino #5: Lo tengo cada vez más claro
Igual es mejor cocinar en Youtube que en las cocinas del Ritz
No me gustaría que, ni a ti ni a mi, el Destino nos sorprendiera con los deberes sin hacer. Por eso, cada semana, junto a los lectores de Destino, hago una radiografía del estado de la economía circular y la creator economy.
Sorprendernos con los deberes sin hacer es no poder diferenciar entre token y criptomoneda o entre NFT y DAO, pensar que, mientras los de tu generación están en lo cierto, los más jóvenes no tienen ni idea de la vida, ver en la digitalización a una enemiga o pensar que la economía circular no tiene nada que ver contigo.
En contraposición a ideas negacionistas o altivas, la realidad es que vivimos en una era volátil que nos dirige a toda velocidad hacia un nuevo mundo, que por distintas urgencias de carácter ideológico, ecológico y tecnológico, no esperará a quienes se queden atrás. La denostada y tantas veces ridiculizada generación Z (los nacidos a partir del 2000), percibe la próxima realidad de un modo totalmente distinto al resto porque ellos ya viven en ella pero, sin embargo, las demás generaciones tienen el gran reto de enfrentarse a ella y conseguir encajar.
A corto plazo dos son los grandes bloques que abordar: derribar mitos y prejuicios, y construir estructuras estables y accesibles para todos. Con ese objetivo, cada una de las partes tendrá que exponer sus dogmas, desconocidos para el resto y, en ningún caso, será válido rechazarlos por inusuales que nos parezcan. Hay que hacer encajar el puzzle para que nadie se quede atrás.
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La sola presencia online de cada uno de nosotros genera contenido. Ya no existe un yo sin el yo digital, ya sea a través de perfiles sociales, números de teléfono o historial de búsquedas. Estas ideas han hecho que desde enero de 2021 y hasta hoy, la creator economy haya visto una inyección de $1.3 billones (11.000 millones de €) -casi tres veces la financiación que recibió en todo 2020-. Esta cantidad fue dirigida a plataformas de suscripciones periódicas, apps o tiendas online y no tanto a grandes plataformas. Pero lo que sobretodo nos dice esto es que los creadores están dando de lado a los algoritmos.
Un poco por inercia y un mucho por supervivencia, el creador, cada vez más, busca transacciones directas con sus fans tal y como un conductor de Uber hace con sus pasajeros. Es la llamada economía del gig, que ha equilibrado la balanza casi sin darnos cuenta, entre seguidores y clientes, likes y coins.
En el futuro que nos espera, Facebook, YouTube o TikTok no serán tan influyentes como ahora ni dominarán los mercados como lo hacen en este momento. No. Lo serán muchísimo más pero, eso sí, con una distinción. La presencia online de todos y cada uno de nosotros, alejados o no de empresas o corporaciones, tendrá que ser mejor, más concreta y afinada, si queremos sacar partido de alguna forma de ella (y eso pasa por la creación de contenido). Un ejemplo: de nada servirá hacer los mejores y más sostenibles zapatos del mercado, si no eres creíble y transparente en tu presencia online en relación a tu trabajo. Esa presencia online seguirá alojada en las grandes plataformas, donde tiene lugar la batalla por la influencia pero, además, convivirá con las tuyas propias, donde reside la actividad por la que se te distingue de otros.
“Igual es mejor salir en Netflix que tener tres estrellas Michelin” -Andoni Luis Aduriz, uno de los chefs más influyentes de nuestro tiempo, para El País Semanal.
Tengo cada vez más claro que el contenido ha pasado de ser un aliciente a ser una necesidad. En nuestra mano está decidir qué grado de implicación queremos asumir como creadores de contenido, porque desde hace ya algún tiempo, creadores de contenidos somos todos.
See you next Tuesday,
Eduardo
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