El impacto que nadie midió
Millones de adolescentes no piensan trabajar para otros mientras que, millones de adultos, están decididos a dejar sus puestos de trabajo
Ayer mismo, una amiga publicó en sus redes sociales que vendía una bicicleta estática comprada al inicio de la pandemia porque deja Barcelona para mudarse a Madrid. “¿Por qué te mudas?”, le pregunté. “¿Ya no trabajas en ******* o es que lo vas a hacer en sus oficinas de la capital?”, insistí. A esto, ella me respondió “lo he dejado y voy a trabajar sola, por mi cuenta y riesgo”. Este cambio de dirección en su vida es un hecho que no cabía en los planes que su ex-empresa tenía para ella y, es un hecho, que desde la misma siguen sin tener en cuenta al buscar su reemplazo. Las generaciones más jóvenes y las no tan jóvenes ya no quieren trabajar para empresas grandes, medianas o pequeñas, porque han descubierto que lo pueden hacer para ellas mismas asumiendo pocos riesgos y a la expectativa de grandes beneficios (no siempre traducidos en, económicos, sino también en una vida personal más plena).
De acuerdo con el informe de la empresa financiera Prudential, Pulse of the American Worker Survey, algo más del 26% de los trabajadores estadounidenses espera cambiar de trabajo cuando la pandemia esté superada. Mientras tanto, 80% de estos están preocupados por su carrera y deciden coger las riendas de la misma empezando a caminar solos. Dos motivos parecen ser los principales de esta nueva deriva. Por un lado, la soledad que ha traído la pandemia, con millones de nosotros en nuestras casas, alejados de la cultura corporativa de las empresas, nos ha hecho percibir que, ni precisamos de esa cultura para desarrollar nuestro cometido, ni tampoco la toleramos ya en tan alto grado. En segundo lugar, una pregunta nos asalta, “si puedo estar trabajando desde mi salón, siendo tan o más eficiente que en tiempos de pre-pandemia y sin ningún tipo de tutela, ¿por qué dejarme tutelar de nuevo y experimentar las desventajas de todo lo que rodea al trabajo presencial?”. Esta segunda idea enlaza con las voces que, a pesar de no estar la situación vírica resuelta, nos dicen querer bien cerca de nuevo -tanto como al otro lado de la pared-, sembrando la idea de que el teletrabajo ha sido solo un espejismo del que seguirán disfrutando únicamente unos pocos.
Para la empresa privada estos porcentajes y actitudes son un drama de proporciones épicas que todavía no se han preocupado por medir, porque, probablemente, tienen mejores cosas que hacer que leer las señales. ¿Qué deberán hacer las empresas ante esta situación? Tendrán que recuperar el equilibrio aumentando salarios y ventajas a sus trabajadores más cualificados, evitando así su marcha para restablecer el desajuste económico y estructural que experimentarán.
Pero, ¿hacia dónde se dirigen estos profesionales “a la fuga”? ¿Saben ellos mismos hacia dónde van?
No en su totalidad (porque el ser humano tiende a asociar cambios con desplazamientos geográficos y ese es otro tema), pero sí en gran proporción y, unidos a los que ni tan solo se molestarán en intentar incorporarse al entorno laboral tradicional en su primer empleo, se encaminan hacia convertirse en creadores de contenidos. Unos respaldados por los años de experiencia y conocimiento que atesoran en su haber. Otros por su pertenencia a un nuevo mundo al que muchas empresas se intentan enfrentar.
Pero, volviendo a la dinámica pregunta-respuesta, ¿son conscientes del reto al que se enfrentan?
No lograrlo es el final más común en este tipo de historias y, lo es principalmente por dos motivos. Uno, desistir. Dos, falta de formación e información.
El error más común que de inicio cometen los aspirantes a creadores de contenidos, es replicar lo que ven en otros en lugar de construir su propio yo. Y es que debemos entender una cosa. Nadie que esté en la cúspide o, como mínimo en la ladera de la montaña, ha llegado desde la nada, sino a través de un recorrido de años que, probablemente, comenzó desde la infancia y el más absoluto anonimato.
Poniendo un poco de distancia -que es el mejor modo de sacar conclusiones acertadas-, veamos como ejemplo a la neozelandesa Lorde, quien a la edad de 12 años ya actuaba delante de cientos en escuelas de su país. Por aquel entonces todavía se hacía llamar Ella Yelich-O'Connor (su nombre real) y, a su banda, Extreme.
¿Significa eso que si no empiezas a corta edad ya no podrás lograrlo? Respuesta: no significa eso. Toda industria tiene sus procesos y tanto la del espectáculo como la deportiva prefieren captar jóvenes talentos para que el recorrido esté más controlado y, en cierta manera, el deportista o el músico, sean más moldeables a su propio potencial y no al que estos crean que tienen.
Sirva entonces, este vídeo, como un breve paréntesis para transmitir la idea de que no existen atajos en la industria del entretenimiento, donde, el crecimiento orgánico, es la base de cualquier tipo de éxito.
Los creadores de contenidos del futuro deben encarar el fracaso del mismo modo que lo hacen con el éxito que, una vez llega, tampoco es fácil de manejar. No intentes ser creador solo porque pienses que harás un montón de dinero fácil o, en el mejor de los casos, y con cierta falsa modestia, pensar que puede no ser más o menos fácil pero que, comparándolo con los que hay y se ganan la vida sin necesitar ser millonarios, tú no vas a ser menos. No funciona de ese modo. Recuerda que el entorno influye y tú eres parte del entorno.
Al contrario de lo que escucharás por ahí continuamente y de lo que voces muy respetadas en el mundo de los negocios tengan la necesidad de decir para preservar sus posiciones, tu pasión sí puede ser tu destino pero, has de tener muy en cuenta que, a la misma, no se llega por caminos asfaltados, sino que tú deberás asfaltar el camino.
Ponte manos a la obra, prepárate para empezar de nuevo una y otra vez (eso incluye volver a un entorno laboral de 9h a 17h que, tal vez, no debiste abandonar tan a la desesperada partiendo de una trayectoria vacía) y, si nadie te abre las puertas a las que llamarás, ten paciencia, porque quien aguanta, gana.