NFT, mucho más que subastas para súper ricos
Un solo Non Fungible Token actúa como pilar maestro de las estructuras de negocio y estrategias de comunicación de cualquier creador de contenidos
Estados Unidos es el paraíso de los coleccionistas. Uno de cada tres estadounidenses se considera a sí mismo uno de ellos. Sin embargo, la popularización de los NFT a través de artistas, deportistas y todo tipo de personajes famosos, ha desplegado un amplio abanico de audiencias interesadas en hacerse con alguna de estas codiciadas e intangibles piezas, entre ellos, fans de todo tipo o inversores poco convencionales.
Las encuestas y los datos dicen que más del doble de estos nuevos o, reciclados coleccionistas, son hombres y que casi la mitad de los coleccionistas tradicionales tiene, como mínimo, los ojos bien abiertos si un NFT pasa por delante de ellos.
Estos coleccionables son uno de los mayores caprichos del mundo occidental. Son capaces de eclipsar a unos Juegos Olímpicos con sus mareantes cifras en ventas (llegando con facilidad a los 2.000 millones de dólares en un trimestre). Con el gasto en ocio a niveles muy por debajo de lo normal durante la pandemia, el gusto por lo digital se ha disparado. Lo que más llama la atención de todo esto es que, a toda luces, la compra de un NFT, por las cantidades que se mueven, se considera una especie de inversión pero, no obstante, no son adquiridos por su valor material. Las razones de su compra son variadas. Una mezcla de motivos estéticos y emocionales que en este momento de la historia es la pieza más codiciada para lucir ante tus seguidores o en petit comité. Pura cuestión de estatus. Pero hasta en eso el guión ha cambiado. No es tanto por poder, como venía siendo normal desde hace décadas, como sí por el poder mostrado a través del conocimiento (tal y como en época victoriana mostrabas las últimas piezas llegadas de cualquier rincón del mundo tras tus expediciones). Algo le dice al comprador de NFTs que está haciendo lo correcto, que está conquistando y explorando con éxito el futuro, que está llegando a él antes que nadie, mientras que el resto, no sabe, no puede o se equivoca al no querer. A estos compradores les gusta ser vistos y ser preguntados. Sienten que tienen algo que decir. Existen encuestas dentro de encuestas (algo así como meta-encuestas), que revelan la facilidad de crear un estudio de mercado en torno a este tema por la buena disposición a colaborar del coleccionista o comprador (porque como veremos a continuación no todo NFT es un coleccionable).
Hace tan solo unos días hemos visto, por ejemplo, como uno de los llamados CryptoPunks ha duplicado su precio. No es este el más valioso de todos (valorado en $11.7 millones) pero sí el que más rápido a multiplicado su valor. El 1 de agosto valía casi $900K. Tres días después su precio ascendió, por venta directa hasta los $2.53 millones y hoy, 10 de agosto, se ofrecen $4.99 millones por él. La duda ahora, ya no es tanto si comprar o no comprar, sino si vender o no vender.
Una vez dicho todo esto, solo me queda añadir algo. Cuidado con la frivolidad. Todo esto no es una burbuja, es una nueva forma de entender la propiedad privada y la adquisición de activos. Es un nuevo mundo que no empezó ayer aunque lo hayas descubierto hoy.
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A pesar de casos como estos, que aunque son reales solo representan a una pequeña parte del mercado, más allá de ser un nicho para super ricos, se trata de un espacio para que todo tipo de personalidades ya establecidas lancen sus proyectos virtuales. Pero además, es un nuevo paradigma donde creadores de toda índole, por primera vez tienen control total de cómo preparar y distribuir sus obras y lanzamientos. Los NFTs, así como todo producto derivado de tecnología blockchain, son revolucionarios por la grandeza del código que los genera, un código que, a medida que se perfecciona, elimina intermediarios que ahora empezamos a entender, no sin cierta pesadumbre en algunos casos, que estaban de paso y que no hacían más que entorpecer la relación entre A (cliente) y B (vendedor).
En un mercado con un segmento predominante como es el masculino, que ahora mismo copa casi el 50% de las encuestas con respuestas rotundas y afirmativas como “me siento identificado con el coleccionismo” o, “sí, sé lo que son los NFTs, me interesan y espero poder invertir/comprar alguna vez” y donde solo solo un 20% de mujeres encuestadas responde con la misma claridad, estas están llamadas a cambiar las reglas del juego (aunque el juego aún esté en pañales) en el nuevo mundo de la inversión digital cuando el mercado se abra al ritmo que la pandemia se despeje. Compañías como la de cromos digitales coleccionables Sorare (donde, por cierto, el jugador del FC Barcelona, Gerard Piqué, participa con 3.5€ millones), ignoran por completo al deporte femenino en sus estrategias, que ya cuentan por billones sus ventas. Mientras tanto, voces con autoridad inversora y deportiva como Alexis Ohanian, intentan revertir la situación desde sus posiciones.
Solo el 16% de los adultos encuestados por la estadounidense Morning Consult dice estar familiarizado con el concepto NFT pero, si miramos más de cerca y sacamos conclusiones, vemos como en el mismo estudio casi un 22% conocen los NBA Top Shots, un 30% querrían tener un NFT de su deportista preferido, casi un 40% tienen al menos nociones básicas sobre criptomonedas y un 60% estaría interesado en trabajar profesionalmente cerca de estos mercados. Todos hombres con posiciones afirmativas que parten de un conocimiento dado por mercados que buscan a ellos y no a ellas.
Las empresas deportivas viven en un intento de capitalizar el mercado de los NFTs antes que lleguemos a esa luz al final del túnel que ya vamos divisando mientras salimos muy poco a poco de la pandemia. Por lo tanto, sí, el mercado es muy masculino, pero también muy reducido y opaco si no dedicamos tiempo a un análisis pormenorizado.
Como todo en esta vida y, aunque desde pequeñitos nos digan lo contrario (al menos hasta ahora), nada ni nadie nace con un género implícito genéticamente, y la Web 3.0 tampoco. Los NFTs no son cosas de hombres, ni tampoco de mujeres. Mucho menos son algo exclusivo de súper ricos, franquicias deportivas o un puñado de artistas suertudos. Un NFT es un asset aplicable a cualquiera que sea tu negocio. Fíjate bien; con un simple bot que filtre a usuarios interesados en entrar en tu comunidad de Telegram o Discord, y haciendo que este revise que los mismos vengan con un NFT en concreto adquirido de antemano, puedes crear así una comunidad autónoma y descentralizada. Pero, ¿cuál es realmente el problema?
La Web 2.0 está herida de muerte porque, como creador, nada te pertenece. No es tuya la cuenta de Youtube, ni la de Twitch, ni la de Substack. Y el contenido, tampoco es tuyo. ¿Tus datos personales?, ¿cualquier tinte de privacidad? Tampoco. No importa lo que tus gobiernos quieran legislar, la naturaleza de la 2.0 hace que nada de eso sea tuyo. Que la única formula de monetizar sea por Ads hace que las plataformas necesiten, como oxígeno para respirar, comercializar con tus datos, gustos, manías, miedos, hábitos, todo. La Web 3.0 pone fin a eso o, al menos, puede poner fin a eso. Todo depende de si realmente llega a implantarse en todo su esplendor o, si por el contrario, será copada por “los de siempre” con una máscara nueva. Es justo aquí donde los NFTs relucen en toda su utilidad para los creadores de contenido, verdaderos reyes de la tierra prometida de la web3.
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Pongamos como ejemplo este artículo. Me gustaría que fuera un NFT y poder extraerlo y decir que legalmente es mío. Pero ahora mismo tengo un problema: Substack no me deja. Una vez publicado, es de ellos, y debería entrar en una batalla legal para hacer realmente mío mi contenido. Lo mismo sucede en cualquier otra plataforma, you name it. Pero esto va a cambiar. Ya existen empresas que te ofrecen la venta de, por ejemplo, dominios descentralizados, en inglés se usa el acrónimo ENS. Una forma de proceder en base a protocolos de Ethereum blockchain y que no tienes por qué entender técnicamente; de momento es suficiente con saber que existe una alternativa a la compra tradicional de dominios o nombres que vas a poder hacer legalmente tuyos para siempre si quieres (algo inviable con el método tradicional de alquiler de dominios). Pues bien, estos dominios o nombres se vinculan con tu digital wallet (que es como tu DNI virtual) y, a partir de ahí, son totalmente tuyos gracias al proceso por el que se construye todo: las cadenas de bloques o blockchain. Esta idea de propiedad es lo realmente importante, porque se puede exportar a todo bien virtual o plataforma construida que acepte Ethereum Name Services (que no es una marca, ni una compañía, sino un protocolo estándar). Así que, si Substack estuviera construída en base a estos protocolos, yo debería poder sustraer el contenido en forma de NFT, lo cual certificaría mi autoría y propiedad. Sin embargo es muy poco probable que esta u otras plataformas concebidas desde el imaginario de la web2 me dejen hacerlo porque, al mismo tiempo, estarían sacrificando el negocio que les hace mantenerse en pie.
La solución vendrá de la mano de plataformas que, de forma orgánica, solucionen los mismos problemas y arrojen las mismas ventas que los Spotify, Facebook o Medium de hoy, y se ganen los favores de la comunidad internauta que, esto sí está claro, esperará tener control sobre sus datos y querrán ser dueños del valor que generan con su contenido. Lo que se perfila en el horizonte a corto plazo es una mezcla de web2 y web3 con agentes como Facebook (FB, Instagram, WhatsApp…) intentando sobrevivir al maremoto integrando funcionalidades creadas con protocolos ENS que, inevitablemente, chocarán con los intereses de Zuckerberg. Tú podrás llevar hasta FB tus NFTs pero luego no te dejarán extraerlos de nuevo. Entonces vendrán soluciones basadas en co-propiedades de contenido hasta que, por ley natural, los Soundcloud, Instagram o Twitter del futuro, desplacen a los hijos pródigos del boom de Silicon Valley gracias a dejarte poseer legalmente tu contenido aunque, al mismo tiempo, te ofrezcan beneficios tentadores para que no te lleves tus NFTs a otro lado.
La grandeza de un NFT no es el precio alcanzado. Su grandeza reside en su funcionalidad para encofrar una nueva web, social y descentralizada, controlada por la suma de todos sus participantes y sus responsabilidades individuales.