La Gran Transición - Parte 1
Ahora que el gran caso de éxito que ha supuesto la Web 2 y su Internet Social va quedando desfasado ante la evidente superioridad tecnológica de la Web 3, es necesario entender que la economía digital
👋 ¡Hola!
A continuación te presento la primera parte de dos newsletters que me llevan a hablar de la gran transición en la que ya andamos sumergidos. En esta primera parte hablamos de la relación entre creadores y plataformas en una relación laboral no siempre bien entendida y, desde luego, poco o nada regulada como marco laboral.
Empezamos en 4, 3, 2, 1...
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Cuatro claves
La industria musical como paradigma del inicio y fin de los modelos Web 2 en creator economy: El flujo de dinero para músicos se desplomó un 65% a lo largo de 15 años, entre 1999 y 2014, debido a la disrupción tecnológica desfavorable para la industria de las redes P2P. Ahora, con los servicios de streaming ya asentados, los de live streaming en auge y la irrupción de las tecnologías blockachin, la tendencia ha cambiado y solo muestra síntomas de vigor.
Hay más de 50 millones de personas que se consideran creadoras en EEUU y más niños estadounidenses quieren ser estrellas de YouTube (29 %) que astronautas (11 %), según un informe ya histórico de SignalFire
Shopify, un servicio que permite vender y organizar inventario online, además de ser socio especial de Facebook e Instagram para este propósito, tiene 2.500.000 de tiendas online activas por todo el mundo generando en torno a 6.000 millones de dólares en ventas.
Hay 4.480 millones de personas activas en redes sociales, lo que representa el 56,8% de la población global. El tiempo que dedican a estar en ellas cada día ronda las 2 horas y 30 minutos. Un tiempo que, dentro de poco, no podrá ser cuantificable en la misma medida debido al avance de mundos virtuales para el desarrollo de actividades esenciales.
Tres ideas
Podemos considerar a los creadores como las PYMES de la Gran Transición. Si hoy viviéramos en torno a 2010 -año arriba, año abajo- y tú fueras una adolescente visionaria intentando hacer dinero y construir una carrera a través de YouTube te tacharían de paria. En cambio, si lo eres y haces ahora, te dirán que no haces lo suficiente por conseguirlo o que formas parte de la creator economy. Soy de la opinión personal y, creo que justificada, de que la creator economy no es en absoluto nueva. Nació en el siglo XVIII con el auge de las costumbres victorianas y llega hasta nuestros días, siempre a remolque, de la innovación tecnológica. Lo que sí es propio de nuestro tiempo es el uso de la etiqueta economía del creador (expresión que en español suena fatal y, por cierto, descontextualiza aún más, si cabe, el fondo del asunto, mucho más relacionado con un giro en la propiedad intelectual que con la figura del creador). A medida que se ha reconocido la importancia de este segmento económico y, con datos en la mano, comprobamos que los creadores de contenido son el tipo de PYME que más crece en número, beneficios y longevidad en su actividad, también crecen los análisis. Podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que las PYMEs montan su tienda en Instagram como valor seguro. En torno a esto existen ciertos puntos que, en común o por separado, me parecen preocupantes, como la tendencia natural de los mercados por crear empresas para la Web 3 pero con modelos de la Web 2. Aunque algunos creadores sacan buenas rentas a través de las plataformas existentes (TikTok o Youtube, por citar dos de ellas) las que ya existen no son beneficiosas para el futuro de una nueva realidad laboral estable y -aquí viene lo que no todos saben-, las que están llegando tampoco son buenas. Siendo todos los proyectos que trabajan para beneficio de la creator economy muy loables, no todos son óptimos para los creadores a los que pretenden ayudar o socorrer. Las dinámicas son erróneas, los conceptos se confunden o el marco legal que imperará en el metatarso se obvia totalmente.
Debemos estar preparados para dar el salto de una plataforma a otra sin que nuestros negocios se vean perjudicados. Pondré un ejemplo que no busca hablar de ninguna plataforma o modelo de plataforma en concreto sino de la falta de comprensión de todas ellas sobre el sector al que pretenden dedicarse ¿Qué sucede si tú, vendedor de cosméticos que genera contenido para comerciar su producto, eres ciudadano ruso y Meta decide cerrar Instagram, tu principal y único motor de venta, por motivos políticos ajenos a tu voluntad?, ¿qué significaría eso, no ya para ti, sino para los miles de negocios rusos que son la base de Zuckerberg para llegar a 80 millones de usuarios del país soviético? Juraría que para Instagram solo supone un 8% de su comunidad de 1.000 millones pero, para el creador ruso que monetiza a través de esta plataforma es un drama mayúsculo. Ahora veámoslo desde otra óptica. Digamos, simplemente, que Instagram se cae. Nada nuevo. Pero digamos que se cae para siempre o, de forma tan constante, que su uso con fines comerciales se vuelve inútil. ¿Qué significa eso para una creadora con casi todo su peso comercial en Instagram? ¿Qué significaría eso para un estado como el español que, de la noche a la mañana, incorporaría a miles de nuevos desempleados a sus filas? Trescientos mil -aunque esto ya sería otro tema-, sin contribuir a las arcas del Estado con sus respectivos impuestos. ¿Y para el dinero que estos creadores movían por todo el país entre proveedores, servicios básicos, alimentación y ocio? Por otro lado y no menos importante, están los inversores y, ya que tanto individuales como fondos de inversión invierten en estas plataformas para invertir en el modelo de la creator economy sostenido por los creadores, deberían estos también estar protegidos, ¿no? Debemos aprender a leer los códigos del empleo moderno y, para ello, tenemos que conocer cual es su estado. Tanto las empresas más icónicas del hoy como las icónicas del mañana deben regularse por un marco regulatorio moderno y no por uno que las equipare con un tabloide cualquiera, por el que sus usuarios profesionales se vean respaldados si estas plataformas quiebran o faltan a la verdad en sus promesas contractuales. Lavarse las manos no es admisible y toda compañía debe asumir la responsabilidad que le toque en función de su papel en el sector, sobretodo aquellas que hacen de los datos de usuarios su capital y prometen ser la solución de los creadores que alimentan su negocio. De lo contrario, estaremos hablando de un modo de scam auspiciado por los gobiernos. Las plataformas deben tener planes de contención y trasvase de usuarios a otras plataformas si fuera necesario en el caso de que los creadores no tengan acceso a los datos de contacto de sus seguidores.
Eduquemos a los creadores desde conceptos muy básicos que definan su propia posición y cómo esta interactúa con el entorno. La promesa de libertad financiera de la creator economy lleva implícitas una serie de ventajas pero también de compromisos fiscales por parte de los creadores de contenido. Si los creadores confían sus negocios a estas empresas, estas tiene el deber moral, legal y financiero de no engañarles o arruinarles. Esta fricción entre creadores y empresas se debe pulir con regulaciones gubernamentales que, no deben ser tanto proteccionistas con el creador a nivel individual como sí estructurales para todo el sector para darle estabilidad. Hablamos de un entramado de miles de pequeñas y medianas empresas que vive en constante transformación, que reemplazará a otras existentes ya y cuya estabilidad es fundamental para cualquier sociedad moderna. La relación entre creadores y plataformas como la ya mencionada Instagram, pero también otras como Fiverr, Patreon o Cobalt no debe ser de amistad. Hablamos de una relación de mercado que debe ser tratada y perciba como tal por todas las partes sin que por ello deba imperar la desconfianza que, por otro lado, empieza a ser creciente a medida que aparecen proyectos apoyados en tecnología blockchain y de filosofía Web 3 y tanto creadores como usuarios e inversores perciben sus ventajas. Las relaciones laborales modernas, esas que aún no entendemos porque lo haremos a medida que las tecnologías en las que se basan se hagan fuertes en popularidad, deben ser señaladas con el dedo cuando incurran en abusos por cierta desregulación, para evitar, ya no la mala praxis en sí misma, sino el deterioro del mercado laboral. En este caso, el de una creator economy en expansión dominante.
Dos escenarios
Avanzamos hacia una situación híbrida e incómoda en la que los Estados no tienen soberanía sobre el cyber espacio y donde éste proclama su independencia respecto al mundo de las leyes físicas y jurídicas tradicionales.
La propiedad privada pasa de ser subjetiva (terceras partes deciden si algo es tuyo o no), a ser objetiva (algo es tuyo porque así lo especifica un contrato independientemente de tu identidad). De este modo y por primera vez la información y el conocimiento (la creación de contenido) pasan a ser activos reales por su propia naturaleza útil.
Un concepto
La gran transición como oportunidad colectiva y no solo de negocio.